jueves, 27 de octubre de 2016

Robin Hood


Aconsejo leer este libro en la calma de una tarde lluviosa, cómodamente sentados en un sillón, sin prisa por acabarlo, aunque sepamos que lo haremos —apenas 100 páginas—, asomándonos alguna que otra vez a la ventana para contemplar el celaje gris mientras musitamos una frase recién leída —“Una ciudad geométrica, lineal, hace gente geométrica, lineal; una ciudad inspirada en un bosque hace seres humanos”—, y recordamos un paseo por el encinar entre la niebla; o la mañana de verano en que, disimulados entre la maleza de la ribera del Guadalmez, escuchamos el canto de la oropéndola; o el color y la textura del musgo sobre las piedras de granito en lo más hondo de una umbría; rememorando, en fin, reviviendo, uno de esos momentos gozosos, iluminadores, inefables, en que nos hemos sentido pura vida, puro existir, en medio de la naturaleza.
A partir de recuerdos de infancia, de la peculiar relación con su padre, fruticultor casero que ama y mima los árboles en cuanto productores de fruta, de su temprano interés por la historia natural, acompañamos en cuatro paseos a John Fowles, autor de conocidas novelas como El coleccionista y La mujer del teniente francés, mientras nos habla de sus bosques preferidos, de cómo la economía, la cultura popular, la pintura y la literatura han interpretado la naturaleza a lo largo de la historia, y de la íntima relación entre los árboles y su propia creación literaria.
Más que un ensayo ecologista, que lo es, pues de nuestra relación con la naturaleza trata, El árbol es un libro de ética. Y de estética. Lo ético le viene por la defensa de ese “hombre verde” que nunca hemos dejado de ser a pesar del cientifismo que dirige nuestras conductas, por la invitación a adentrarnos en el bosque, en ese espacio físico que simboliza el desorden, lo prohibido, lo irracional.
Frente a la naturaleza domesticada y parcelada, ajardinada, racional, frente a lo científicamente clasificado, explotado y cuantificado, el bosque, lo salvaje, la pura y libre vida en expansión.
Frente al control racional, el caos natural. Frente a las taxonomías, la libertad. Esa es la estética.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Siempre quise ser poeta

A Esther Cortés Bueno

Por el gusto de nombrar las cosas,
las nubes que pasan
y nos dejan atrás,
una rosa, su perfección,
su caducidad,
la danza del viento azul de junio
en las copas de los álamos,
el río que busca la mar,
las alas,
los vuelos de los pájaros,
sus nidos,
su libertad.

Ah ... el oro
del atardecer,
la brisa en los olivos,
al viento
la romántica melena
de los sauces,
y el cielo de agosto,
obstinado en ser el mar.


martes, 18 de octubre de 2016

A la una de la madrugada


¡Por fin solo! Sólo se oye el rodar de algunos fiacres rezagados y derrengados. Durante unas horas seré dueño del silencio, si no del reposo. ¡Por fin! La tiranía de rostro humano ha desaparecido y solamente sufriré por mí mismo.
         ¡Por fin me está permitido reposar en un baño de tinieblas! Primero, doble vuelta a la cerradura. Creo que este golpe de llave aumentará mi soledad y fortificará las barricadas que ahora me separan del mundo.
         ¡Horrible vida! ¡Horrible ciudad! Recapitulemos la jornada: haber visto a varios hombres de letras, uno de los cuales me ha preguntado si se podía ir a Rusia por vía terrestre (sin duda pensaba que Rusia era una isla); haber discutido generosamente con el director de una revista, que a cada objeción respondía: «Este es el partido de las gentes honestas», lo que implica que las demás publicaciones están redactadas por granujas; haber saludado a una veintena de personas, quince de las cuales me eran desconocidas; haber repartido apretones de mano en la misma proporción, y eso sin la precaución de haberme comprado unos guantes; haber subido, por matar el tiempo durante un chaparrón, a casa de una acróbata que me ha pedido que le diseñe un traje de Venustre; haberle hecho la corte a un director de teatro, que me ha dicho al despedirse: «—Haría usted bien en dirigirse a Z…; es el más pesado, el más tonto y el más célebre de mis autores, con el que quizá podría llegar a un acuerdo. Vaya a verlo y luego ya veremos»; haberme vanagloriado (¿por qué?) de varias acciones ruines que nunca he cometido, y haber negado cobardemente villanías que he perpetrado con alegría, pura fanfarronada, faltas de respeto humano; haberle negado un favor fácil a un amigo y haber recomendado por escrito a un perfecto granuja; uf, ¿he acabado ya?

         Descontento de todos y descontento de mí, quisiera redimirme y enorgullecerme un poco en el silencio y la soledad de la noche. ¡Almas de aquellos a los que he amado, almas de aquellos a los que he cantado, fortalecedme, ayudadme, alejad de mí la mentira y los vahos corruptores del mundo, y tú, Señor Dios mío, concédeme la gracia de crear algunos hermosos versos que me prueben a mí mismo que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a aquellos a los que desprecio!

Retrato de Baudelaire por Gustave Courbet

viernes, 14 de octubre de 2016

Jazmín


Coger furtivo en la noche
una flor.
Aspirar profundo
el blancor del verano,
la luz perfumada
de una estrella.

martes, 11 de octubre de 2016

Gajes -goces- del oficio


A veces se atranca un capítulo, un párrafo, una sola frase, y por vueltas y vueltas que se le den, no satisface lo escrito, porque no es lo que se busca, porque le falla el ritmo, porque le sobra verosimilitud, porque esto o por lo otro, y pasan horas, o días, cuando no semanas, hasta que llega el mágico instante, se hace la luz, y por la página brincan alegres las palabras.

viernes, 7 de octubre de 2016

Recanati, agosto de 1829



Sobre el hondo silencio de los campos
tiembla la luz de las constelaciones.
A mi memoria acuden las imágenes
del ayer. El recuerdo me depara
la extraña flor de la melancolía.
(Eloy Sánchez Rosillo, La vida)

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Nombrar. Alumbrar. He ahí la tarea del poeta.


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martes, 4 de octubre de 2016

Aforismos del mester (2)


La época le apoca.

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El arte de hacer imposible lo posible. Así conciben la política los malos gobernantes.

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Las idiosincrasias son necesarias. En lo individual y en lo colectivo. La diferencia, la diversidad, la variedad de vidas, la riqueza humana, eso es positivo, constructivo. Somos seres gregarios, políticos, pero con instinto de individualidad.

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Que no te pierdan los adjetivos, Flavio, pero que tampoco se pierdan en tus escritos, que sepan esperar su momento. 

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